En esa hora en que los trenes se retrasan
y la edad, es refugio de luces imprecisas,
arden las bibliotecas
mientras huyen las palabras
dejando entre las sábanas
su sudor sin fatiga.
En esa hora, los signos,
son espejos que empaña
el hálito aranero
de la lumbre ya extinta...
La distancia que sólo alberga espejismos,
el desarraigo del abrazo clandestino,
la nostagia como el fuego del exilio,
la juventud como bengala de la noche,
el pasado... Como los versos que hoy escribo.
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